El bótox, una forma purificada de la toxina botulínica, se ha convertido en una opción popular para quienes desean reducir las arrugas y las líneas de expresión. Este tratamiento estético es conocido por su capacidad para relajar los músculos faciales y proporcionar una apariencia más juvenil y tersa.
La doctora Jacqueline Ladera, especialista del Centro de Medicina Estética de la Clínica Ricardo Palma, explica que las zonas más comunes para la aplicación del bótox son la frente, la zona periorbital (al lado de los ojos, donde se forma las conocidas patas de gallo) y el entrecejo. Los efectos del bótox duran entre 4 a 6 meses, permitiendo que, con un par de tratamientos al año, el paciente pueda disfrutar de resultados continuos.
En general, los candidatos ideales para la aplicación de la toxina botulínica son aquellos que tienen arrugas o líneas de expresión causadas por la actividad muscular excesiva. Es común que los pacientes sean mayores de 25 años y presenten signos visibles de envejecimiento facial, deseando mejorar su apariencia estética.
Para asegurar una adecuada absorción de la toxina en los tejidos, es importante evitar medicamentos que afecten la coagulación, como la aspirina, antiagregantes plaquetarios y alcohol. También se recomienda no tomar suplementos nutricionales que afecten la coagulación, como la vitamina E, para minimizar el riesgo de aparición de hematomas.
Aproximadamente una o dos semanas después del tratamiento de bótox, se comienza a ver los efectos máximos a medida que los músculos continúan relajándose.
Para obtener los mejores resultados, garantizar la seguridad del procedimiento y recibir orientación respecto a eventuales efectos secundarios, es fundamental acudir a especialistas en medicina estética. Ellos podrán brindar una asesoría profesional adecuada, a fin de asegurar que el tratamiento sea realizado de modo seguro y eficiente.